Slow Food Es una asociación de “eco-gastronomía” sin fines lucrativos. Fue fundada en Italia en 1989 en contraposición a “Fast Food” o desaparición de las tradiciones alimentarias locales y el desinterés de las personas por lo que comen.
Slow food representa una alimentación buena, limpia y justa, acreditando que los alimentos que ingerimos deben ser sabrosos y ser producidos de una manera limpia sin perjudicar el medio ambiente.
Se trata también de encontrar alimentos en riesgo de extinción, preservándolos por ser una herencia cultural que no combina con un sistema de alimentación industrializado.
Así se forma TERRA MADRE como una reunión de comunidades de alimento que trabajan para sostener los productos alimenticios de calidad. Desde este entorno se forma una red mundial de productores alimentarios: chefes, especialistas y otros que se dedican a producir alimentos buenos, limpios y justos.
A través de la red de TERRA MADRE estas comunidades de alimento participan con sus experiencias y conocimientos dando apoyo a la pequeña agricultura en la producción alimentaria sustentada en torno a la biodiversidad posible.
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Situación de nuestra gastronomía en esta corriente
Nuestra gastronomía encaja perfectamente en esta corriente por ser un “patrimonio intangible” heredado de nuestros ancestros que la practicaron hace miles de años y que se transmite de padres a hijos como “herencia cultural”.
Esta sería además la forma de preservar muchos productos en peligro de extinción como alimentos que han sido desplazados por otros más comerciales pero de inferior calidad como es el caso de algunos cereales valiosísimos como la quinua, la quihuicha y la cañihua, así como los tubérculos y raíces que ya casi no se conocen como la mashua, la oca, yacón, arracacha, uncucha o pituca, entre otros. Son pocas las personas que conocen el delicado pató, o el mutuy (alcaparra de indias) o el delicioso cushuru.
Nuestra gastronomía milenaria, corre grave riesgo de desaparecer si se siguen mutilando o “fusionando” sus potajes más representativos para lograr una cocina anodina sin mucho futuro pero que puede dañar nuestra cocina tan bien reconocida en el mundo.
Necesitamos preservar nuestra cocina manteniendo nuestras recetas tradicionales intactas, porque podría llegar el momento en no sepamos cuál es la verdadera.
Productos “baluarte” que pueden ser incluidos
Uno de los principales es la papa nativa, llamada t’ika papa. En el Perú se cultivan más de 2000 variedades de papas nativas, sin embargo no son conocidas por los consumidores ni cinco de ellas.
En las últimas décadas el consumo de la papa ha disminuido en nuestro medio, desplazada por el consumo de arroz y fideos de fuerte apoyo comercial.
La gran mayoría de las papas nativas se cultivan por encima de los 3800 metros donde otros cultivos no son posibles, con variedades verdaderamente extraordinarias como la “Illa pilpintu”, “Cusi shonco”, “Puma chaqui”, “Inca t’ipana”, Ishkupuru”, “Muru huayro”, entre otras, que tienen los colores más bellos e intenso: morado, púrpura, rosado, fucsia, amarillo, azul.
Los derivados de la papa fueron elaborados desde hace miles de años permitiendo que se pudieran guardar por muchos años sin que se malogren, para cumplir con el mandato del Inca que decía: “Mandamos que en este reino haya abundancia de comida y que se siembre muy mucho maíz y papas y ocas y que hayan caui, caya, chuño, tamos, chochoca y quinua, olluco, mashua… que toda la comida, hasta los yuyos se sequen para que tengan que comer todo el año”. (Guamán Poma de Ayala)
En esa forma se procesó la papa por medio de la helada y del calor consiguiendo el chuño, la tunta y la moraya, que son papas deshidratadas en el hielo, de las que sólo queda la fécula. Además de la cucupa o papa seca obtenida por medio de calor.
Se colocan como baluartes de la agricultura peruana al sachatomate, aguaimanto, poroporo y pushgay,
Gloria Hinostroza 10/08/2007
Slow food representa una alimentación buena, limpia y justa, acreditando que los alimentos que ingerimos deben ser sabrosos y ser producidos de una manera limpia sin perjudicar el medio ambiente.
Se trata también de encontrar alimentos en riesgo de extinción, preservándolos por ser una herencia cultural que no combina con un sistema de alimentación industrializado.
Así se forma TERRA MADRE como una reunión de comunidades de alimento que trabajan para sostener los productos alimenticios de calidad. Desde este entorno se forma una red mundial de productores alimentarios: chefes, especialistas y otros que se dedican a producir alimentos buenos, limpios y justos.
A través de la red de TERRA MADRE estas comunidades de alimento participan con sus experiencias y conocimientos dando apoyo a la pequeña agricultura en la producción alimentaria sustentada en torno a la biodiversidad posible.
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Situación de nuestra gastronomía en esta corriente
Nuestra gastronomía encaja perfectamente en esta corriente por ser un “patrimonio intangible” heredado de nuestros ancestros que la practicaron hace miles de años y que se transmite de padres a hijos como “herencia cultural”.
Esta sería además la forma de preservar muchos productos en peligro de extinción como alimentos que han sido desplazados por otros más comerciales pero de inferior calidad como es el caso de algunos cereales valiosísimos como la quinua, la quihuicha y la cañihua, así como los tubérculos y raíces que ya casi no se conocen como la mashua, la oca, yacón, arracacha, uncucha o pituca, entre otros. Son pocas las personas que conocen el delicado pató, o el mutuy (alcaparra de indias) o el delicioso cushuru.
Nuestra gastronomía milenaria, corre grave riesgo de desaparecer si se siguen mutilando o “fusionando” sus potajes más representativos para lograr una cocina anodina sin mucho futuro pero que puede dañar nuestra cocina tan bien reconocida en el mundo.
Necesitamos preservar nuestra cocina manteniendo nuestras recetas tradicionales intactas, porque podría llegar el momento en no sepamos cuál es la verdadera.
Productos “baluarte” que pueden ser incluidos
Uno de los principales es la papa nativa, llamada t’ika papa. En el Perú se cultivan más de 2000 variedades de papas nativas, sin embargo no son conocidas por los consumidores ni cinco de ellas.
En las últimas décadas el consumo de la papa ha disminuido en nuestro medio, desplazada por el consumo de arroz y fideos de fuerte apoyo comercial.
La gran mayoría de las papas nativas se cultivan por encima de los 3800 metros donde otros cultivos no son posibles, con variedades verdaderamente extraordinarias como la “Illa pilpintu”, “Cusi shonco”, “Puma chaqui”, “Inca t’ipana”, Ishkupuru”, “Muru huayro”, entre otras, que tienen los colores más bellos e intenso: morado, púrpura, rosado, fucsia, amarillo, azul.
Los derivados de la papa fueron elaborados desde hace miles de años permitiendo que se pudieran guardar por muchos años sin que se malogren, para cumplir con el mandato del Inca que decía: “Mandamos que en este reino haya abundancia de comida y que se siembre muy mucho maíz y papas y ocas y que hayan caui, caya, chuño, tamos, chochoca y quinua, olluco, mashua… que toda la comida, hasta los yuyos se sequen para que tengan que comer todo el año”. (Guamán Poma de Ayala)
En esa forma se procesó la papa por medio de la helada y del calor consiguiendo el chuño, la tunta y la moraya, que son papas deshidratadas en el hielo, de las que sólo queda la fécula. Además de la cucupa o papa seca obtenida por medio de calor.
Se colocan como baluartes de la agricultura peruana al sachatomate, aguaimanto, poroporo y pushgay,
Gloria Hinostroza 10/08/2007
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