martes, febrero 05, 2008

Historia de la Gastronomía Peruana – Tradiciones Limeñas – Parte II


Los limeños siempre tuvimos fama de gastrónomos. La mejor de todas las satisfacciones era comer bien, con mucha diversión.

En las fiestas patrias se acostumbraba colocar en parques y avenidas, mesas de blanquísimos manteles, bancas y braseros de carbón, atendidas por mulatas vivanderas adornadas con claveles rojos en la cabeza. Exhibían Butifarras de jamón, Cebiche, Escabeche, Caucáu, Arroz con pato, tamalitos, Anticuchos y Picarones, Chicha de jora, de garbanzos, de maní, y la deliciosa morada con mixtura de frutas picadas y cerezas frescas. Para los golosos no podían faltar Champú agrio, Arroz con leche almendrado, Leche asada, Ranfañote, Frejoles colados, Sanguito, Mazamorra de cochinito, Huevos a la nieve, Camotillos, cocadas, alfajores, rosquitas, cachitos, Revolución caliente, Frutas caladas, entre otros.

La tradición del Cristo Morado que recorre en el mes de octubre calles y plazas de Lima entre nubes de incienso, enormes cirios adornados de oro y plata, cánticos y oraciones, empezó en los albores de la Colonia, cuando un humilde negro angoleño pintó la imagen de Cristo en la cruz sobre una pared de adobe. Los miembros del clero no vieron con buenos ojos el fervor que encendió entre los esclavos y decidieron cubrirla con pintura, pero nunca lo lograron. Cuentan que todos los que lo intentaban, se accidentaban y no pudieron desaparecer la sagrada imagen. Esto se consideró un milagro y se dejó la pintura en su sitio. Más tarde en 1556, sobrevino un terremoto que destruyó todo alrededor de la pintura, pero ésta quedo intacta. Así se sucedieron terremotos que todo lo destruían, menos la imagen, que fue creciendo en el fervor de todos los peruanos.

En el morado mes de octubre, se saca en procesión una réplica del Señor de los Milagros y para alegrar la fiesta, salen vivanderas que preparan anticuchos y picarones, además proliferan los vendedores de Turrón de doña Pepa, creado por otra negra, como homenaje al Señor milagroso que la curó, como sana igualmente a muchos que esperan cada año con fe, el milagro de la salud.

Hubo una fiesta instituida por el virrey, conde de la Palata: la fiesta de Amancaes, bellísima pampa sembrada de flores de amancaes. Se veían apuestos jinetes volviendo de la pampa, cubierta de esas doradas flores que resplandecían con el rocío de las tardes de junio, quienes, después de haber disfrutado de palmas, guitarras, cajones y canciones, caracoleaban sus hermosos caballos de paso por los polvorientos caminos. Los más variados platos eran parte de esta celebración en la que coloridas mulatas ofrecían las infaltables butifarras, Adobo de chancho, tamalitos, humitas, Pepián de pava, Papas rellenas, Causa con camarones, Pavo relleno, chichas de todas las variedades y dulces para los limeños golosos: Maná, Flan de coco, Suspiros, Natillas, Yuquitas rellenas con camotillo, Ranfañote, Limones rellenos, buñuelitos y muchos otros.

Los carnavales son dignos de recordar: Se jugaba bañando a todo el mundo. Los primeros en recibir los baldazos eran los vendedores de leche o pan que salían muy temprano. Se preparaban con tiempo las serpentinas; los huevos de olor, rellenos de agua perfumada; la pica-pica y la endiablada rasca-rasca, así como polvos de arroz. Esta era una ocasión para una comilona: Sancochado, frejoladas memorables, chicharrones opíparos, se ofrecían a los amigos mientras se llenaba la tina en la que se remojaría a las damas contra su voluntad, pero amistosamente.

Vale la pena recordar las frejoladas de antaño: opíparas, fraganciosas, sabiamente batidas por manos negras sensuales y sabrosas que se hacían con frijoles chinchanos, canario o colorados, tiernos, recién cosechados, que se remojaban la víspera para hacerlos hinchar. Luego hervían a borbotones con un buen trozo de papada y lonja de cerdo, se aderezaban con cebollas, ajos, manteca, mirasoles y ajonjolí tostado. Este festín se acostumbró en todo Lima, pero en especial, en sus barrios jaraneros de El Carmen, Bajo el Puente, Los Descalzos, Maravillas, La Victoria, Lince, Patrocinio y Malambo, en donde después del corte con Puro de Ica, se encendía la jarana con guitarra y con cajón, en encerronas de 15 días.

Lima se ha ido transformando en el paraíso de la cocina, con variados platos que llegan de todos los confines del Perú, y se van refinando para adaptarlos al paladar exigente de los limeños, logrando una culinaria que se enriquece en el maravilloso crisol de sabores y fragancias de ajíes, hierbas y flores serranas: cantúes, chincho, muña, chicha con especias, olivas, limones, rosas y claveles logrando que sea considerada como la Capital Gastronómica de América.


Gloria Hinostroza 05/02/2008

1 comentario:

LoReNa dijo...

Y sigamos con esa tradicion de años tras años.